A tan cuidada edición, para el reparo y reposo en morosa lectura de lo que el ser, entre el deseo y la generosidad, entre la pasión y la entrega, entre la rendición y la conquista de su temporalidad sentiente, no tiene parangón en lengua castellana. Una aventura que nos recorre a todos, en la perfección del soneto, en la imprevisibilidad de la desnudez, que paradojicamente nos hermana.
Un manjar inescusable, lectora, lector, que vives y amas, votivamente.
Víktor Gómez
Soneto IV
¿Pero cómo decirte el más sagrado
de mis deseos, del que menos dudo;
cómo, si nunca hombre alguno pudo
decirlo sin mentira o sin pecado?
Este anhelo de tí feroz, honrado,
puro y fanático, amoros y rudo,
¿cómo decírtelo sino desnudo,
y tú desnuda y sobre tí tumbado,
y haciéndote gemircon quejas tiernas
hasta que el celo en tí también se yerga,
único idioma que jamás engaña;
y suavemente abriendote las piernas
con la lengua de fuego de la verga
profundamente hablándote en la entraña?
(de Figuras y melodías)
Tomás Segovia
(Último soneto votivo)
Aunqu'el omme no come la pera del peral,
el estar a la sombra es plazer descomunal.
Arcipreste de Hita
Bien sé yo, Arcipreste, a qué aludías
con esa idea de comer la pera:
a todos los varones nos espera
ese sombrío ayuno que decías.
SE acaban fatalmente aquellos días
en que el hambre de peras de ésas era
sanamente saciada, sin que hubiera
de dejar de morder donde podías.
Citas luego la sombra de peral,
sabiendo que el deseo es inmortal
y son sus mil caminos muy diversos;
vivo, aunque mudo ya y sin tocar nada,
disfruta agazapado en la mirara
veladamente, como estos versos.
Inédito
Tomás Segovia
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