Muda y hosca, se niega
a entrar en casa, a pesar
de la noche, a pesar del buen sentido.
Él le habla
con paciencia o la empuja y golpea
con el puño. La insensata materia
que el alma es, su obstinación eficaz
o, contigua y exenta,
esta vibración azul del azul
luminoso y oscuro. Sólo
me interesa el vacío.
Ocurrió el mismo año
en que frascos y líquidos
se arrojaban contra la pared,
a oscuras, en aquella alcoba
italiana. Eran innumerables
los huesos del cuerpo, incomprensibles
sus nombres. Sincronizado
estrictamente, rápido
y melancólico, con este azul,
aquel salto, olor de carbonilla,
adherido a la piel.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Un poema de Olvido García Valdés
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